Considerada una de las poetas más importantes del siglo XX, la ganadora del Premio Nobel de Literatura 1996 cultivó con maestría y delicadeza el género del ensayo, entendido como el espejo de la libertad con que una mente se mueve de un tema a otro, con la única intención de saber qué se piensa sobre algo.

Con Wisława Szymborska, de hecho, sabemos cuál es el punto de partida pero nunca el de llegada. En este volumen se recogen sus textos –la mayor parte publicados en la prensa polaca– que tienen como origen algún otro libro, ya sea un manual de jardinería, un compendio sobre aves o las reflexiones de Jung y Montaigne. La escritura, sin embargo, se despega de las páginas reseñadas para conectarse con las grandes preocupaciones del ser humano: el tiempo, la memoria, la soledad, el juego, la confusión, los prejuicios, la muerte.

“Al final dejé de saber lo que tanto buscaba”, escribió Szymborska en uno de sus últimos versos, cristalizando así la humildad de una ensayista que busca a los tumbos una verdad y que al final solo obtiene la alegría de poder compartir con los lectores sus intuiciones y descubrimientos. Son muy pocos los autores que, como Szymborska, logran que la escritura se convierta en una conversación.