Hace unos meses apareció un reportaje a Rebecca Solnit en Revista Ku a propósito de la publicación en español de Wanderlust: una historia del Caminar. En el reportaje, Rebecca Solnit habla de sus influencias y de las razones que la motivaron para escribir ese ensayo, así como su libro Men Explain Things to Me. Dejamos con ustedes la entrevista completa a Rebecca, hecha por Cristóbal Carrasco.
¿Cuándo comenzaste a escribir? ¿Recuerdas algún momento en particular en que notaste que querías ser escritora?
Apenas aprendí a leer, me di cuenta que cada libro era una caja mágica, y que había aprendido la habilidad de abrirla. Eso fue a los seis años. Por algunos meses quise ser bibliotecaria, porque vivían entre libros y los amaban. Luego me di cuenta que, de hecho, algunas personas escribían esos libros, y tomé mi decisión definitiva. Por supuesto, luego vino la parte difícil: escribir. Me tomó 15 años hacerlo de una forma seria
¿Tienes algunos modelos como escritora?
Muchos. No en la vida, pero sí en los libros, porque no conocí a ningún escritor sino hasta muy tarde. Las influencias se van acumulando progresivamente, pero la revelación más importante la tuve cuando compré mi primer libro de Borges, a los 15 años. Me di cuenta, súbitamente, lo que uno podía lograr hacer en la no-ficción, o al menos en la prosa, sin que estuviera modelado por las convenciones de la ficción. De cómo el universo podía abrirse o dar una vuelta en el transcurso de unas pocas páginas, y qué tan imaginativa y poética podía ser la prosa de la no ficción, y de cuántas formas existían para contar una historia, y cuántas historias faltaban por contar. Tengo muchas otras influencias: la crítica de cine Pauline Kael, la novelista lírica Djuna Barnes, George Orwell. Después me influenciaron a muchos escritores latinoamericanos, incluidos Ariel Dorfman (que también es amigo), Eduardo Galeano y Pablo Neruda, porque leo poesía regularmente. Y, un poco más al norte, por supuesto, el revolucionario más poético de nuestro tiempo: el Subcomandante Marcos.
¿Te sientes parte de la tradición americana de escritores?
En realidad, de una no-tradición de varios escritores excéntricos: californianos o escritores de la costa oeste, como Barry Lopez y Gary Snyder, pero también de Virginia Woolf y John Berger. También de otros escritores estadounidenses: Thoreau, James Baldwin y Annie Dillard, así como Borges, como te contaba, Walter Benjamin, y de todos aquellos que hacen de la investigación crítica un esfuerzo creativo.
¿Crees que la escritura es, de alguna forma, una forma de activismo?
¡Por supuesto! Alguna veces le pregunto a mi hermano –quien también es activista– cuál sería mi actividad más útil, y él siempre me responde: “seguir escribiendo”. Sin embargo, sin participación, sin actos de demostración y sin protestas, sin, de hecho, un compromiso apasionado con los temas que nos interesan, la escritura no será ni útil ni informada. Ambos campos se equilibran entre sí: el exterior gregario y el interior introspectivo.
En las primeras páginas de “Wanderlust”, describes el caminar como “un acto amateur” ¿Crees que escribir ensayos funciona de una manera similar?
Claramente. Amo que mi profesión sea la escritura en sí misma, y que desde ahí pueda dar paseos hacia cualquier tema.
Una gran parte de “Wanderlust” explora la relación entre el caminar y los escritores. ¿Piensas que los escritores contemporáneos mantienen esa relación, o quizás ya se perdió?
Creo que aún hay grandes escritores que son, a la vez, grandes caminantes, como Robert MacFarlane en Inglaterra, o mi amiga jamaicana Garnette Cadogan. Sin embargo, el caminar ya no está, quizás, tan presente en la vida diaria para otros escritores.
Por obvias razones (el libro fue escrito en 1999) “Wanderlust” no trata el fenómeno de las redes sociales y la tecnología. ¿Cuál es el efecto de las nuevas plataformas en el acto de caminar y la esfera pública?
Para mí, el más terrible es aquel en que las personas que miran su celular están, al mismo tiempo, evitando el aquí y el ahora. Tratan al espacio entre el hogar y el destino como un lugar vacío y que necesita ser llenado. Más allá de eso, las redes sociales tienden a que la gente no sólo se distraiga por un momento, sino que la distracción sea un estado mental constante, y los vuelve incapaces de enfocarse. Aquí, en las sombras de Silicon Valley, uno siempre ve, por ejemplo, a seis jóvenes esperando por una mesa en un restaurant, mirando sus seis celulares diferentes. Ves a gente interrumpiendo constantemente una cosa por otra, y no se acostumbran a estar con ellos mismos. Todas esas tecnologías bloquean tanto la experiencia de estar con otros, como la profunda experiencia de estar solos. Algún día tendremos otro terremoto aquí, los celulares morirán y veremos muchas experiencias interesantes de aquellos que no están acostumbrados a estar desconectados.
Si pudieras reescribir “Wanderlust” en el 2016, ¿Qué tópicos te gustaría incluir?
Black Lives Matter (un movimiento social que realiza campañas contra la violencia sobre afroamericanos) y más acerca del caminar de los negros en los Estados Unidos, el caminar meditacional y las tradiciones de peregrinaje asiáticas.
¿Tienes alguna definición personal de feminismo?
El feminismo es la creencia de que todas las personas son iguales y están dotadas de ciertos derechos inalienables. O, como alguna feminista bromeó alguna vez, el feminismo es la idea radical de que las mujeres son personas.