El diario La Nación de Argentina publicó una columna de Pedro B. Rey llamada «Versiones de la melancolía». En ella, Pedro Rey habla sobre Anatomía de la melancolía de Robert Burton, y sobre Esa visible oscuridad, el libro de William Styron que publicamos el mes pasado en Hueders. En la columna, Rey escribe:
A diferencia de la exquisita casuística de Burton, la obrita de Styron -que se publicó en inglés en 1990 y acaba de ser reeditada en español por la editorial chilena Hueders- funciona como una anatomía contemporánea, minimalista y confesional. Styron no propone consuelos. Sólo señala hasta qué punto el mal -marcado por el tabú, pero que en casos artísticos suele teñirse todavía de romanticismo- debe ser considerado una enfermedad, y de las más atroces. Recurre a casos conocidos (Albert Camus, pero también el activista Abbie Hoffmann y, retrotrayéndose en el tiempo, Abraham Lincoln) pero sobre todo pone un ejemplo más directo y valioso: él mismo. El desorden mental (así lo llama Styron) que ya venía sufriendo hizo eclosión durante una fría noche de 1985, cuando se encontraba en París para recoger un premio internacional. Ya de vuelta en Estados Unidos, el displicente tratamiento con una medicación que le produjo serias fantasías suicidas lo llevó a una prolongada hospitalización. Las fuentes de una depresión pueden variar radicalmente según la persona afectada, pero al indagar sobre sí mismo en busca del misterio, el escritor relaciona su mal con el súbito y definitivo abandono del alcohol, con ocultas depresiones paternas y con el «duelo incompleto» por la muerte de la madre, cuando tenía trece años.